Por: Juan Carlos Cuya Velarde

Por: Juan Carlos Cuya Velarde
muchas historias entretejidas...olvidadas...perdidas

Tras el silencioso recorrido del capullina...se van tejiendo y contando historias en secreto pecado.

Por: Juan Carlos Cuya Velarde


viernes, 16 de septiembre de 2011

La magia de los Andes y la historia de bella


Dicen que el mundo es un mundo de historias entrelazadas, en donde al final todos los caminos convergen sobre un mismo punto. En donde el fin acaba en el principio y el principio comienza en el fin. En donde hay tantos caminantes como empedrados de historias, está el mundo aún  megalítico.

Cuales gitanos trotamundos  andamos sin destino.  Llevamos en nuestras  modestas y pequeñas  alforjas historias recogidas en los días de invierno, pues aquellas de verano quedaron escondidas en el fondo del pequeño bolsillo que  nunca rebuscamos. Serán entonces estas  frías historias que marcaron el alma, las que en un capricho del destino nos permiten regresar al mundo de los vivos. Cual espíritus flotantes que juegan en  noches de brujas.

El frío trae consigo, en estos tiempos, el  sabor amargo  del barro. Pero esta noche el frío no llegó solo.

Esta noche sería distinta. Aquella rutina perpetuada en el tiempo cómplice del ritual abandonado cesaría este día.

“Esta noche te tocará callar y sólo escucharás, mi querido amigo”. Le dijo aquella misteriosa mujer, que encierra en sus ojos las historias de los andes perdidos en el tiempo. 

Dejó sus alforjas y se sentó frente a ella, sin dejar de ver el color de sus cabellos que protegían cual muralla lo tierno de su rostro. Repetía entonces, en silencio, los pazos andados.  El frío se detuvo en ese instante  y recostó su rostro sobre su mano sin dejarla de ver tímidamente.

Aquella mágica y a la vez extraña mujer comenzó entonces a contar la historia que tenía que narrar.

Aquella historia comenzó como un susurro traído por los vientos fríos de los Apus de nuestra cordillera central.  Sé que mi historia será más triste que la tuya y por ello he decidido contártela. Quizás  con ella entenderás que el dolor no es sólo tuyo sino que es del mundo.

Mi historia es como seguro imaginas una historia de amor. Éramos pues felices realmente. Aquél era para mí y yo para él. El trajín de las discusiones no existía y si acaso se dieron no fueron más que momentos perdidos en el tiempo. Aquellos días transcurrían en un mundo imperfecto, pues todo aunque no lo crean era perfecto. Sin embargo un día sin saber ¿por qué? o ¿qué? el mundo en el que vivía cambio y aquel amor que existía fue diluyéndose entre mis manos, mientras mi alma comenzaba a comprender lentamente el triste final.

Desde entonces comencé a comprender  que aquella  historia de amor fue corrompiéndose traicioneramente por el cruel destino. No comprendí entonces ¿por qué después de tantos años un día el amor terminó escapando? Sin poder siquiera atraparlo. “Me voy” me dijo, y simplemente un día partió.

Para el trovador errante no fue necesario entonces  que aquella historia continuara. No habían sido sus palabras los que los convencieron sino el brillo opaco de sus ojos quienes lo convencieron de lo dicho. Era en verdad aquella historia más triste que cualquier historia que habría escuchado. Comprendió el dolor de aquella mujer y se preguntó mil veces ¿cómo hizo? se preguntaba ¿cómo pudo sobrevivir? ¿Cómo logro no volverse una mujer errante? ¿Cómo su alma no vagó por el infinito de la soledad? ¿Cómo puede seguir en pie? Fue difícil realmente me dijo, sin embargo siempre comprendí que el mundo era feliz.

Aquella historia lo sobrepuso en la tierra.  Volvió sus pasos al camino del retorno y comprendió que a pesar de todo se puede seguir de pie, a pesar de ya no contar con ellos... Aquella historia conmovió al hombre y lo obligó a retomar el camino de partida. La bella mujer le dijo entonces al trovador: no vale la pena que sigas dejando el dolor de tu alma en el mundo, basta sólo con que entiendas que el tiempo se acaba. Que es hora de vivir y seguir. Tras ello sus ojos brillaron realmente y aquél terminó perdiéndose en su mirada. 


Nota:   Las imágenes fueron extraídas de Internet. Los derechos pertenecen a  sus autores.