Por: Juan Carlos Cuya Velarde

Por: Juan Carlos Cuya Velarde
muchas historias entretejidas...olvidadas...perdidas

Tras el silencioso recorrido del capullina...se van tejiendo y contando historias en secreto pecado.

Por: Juan Carlos Cuya Velarde


lunes, 30 de marzo de 2020

La gran peste


Los libros de historia,  literatura, e incluso la biblia, están llenos de relatos acerca de plagas, pestes y   pandemias. De enfermedades raras que atacaron a la humanidad, de ángeles de la muerte que tomaron al primogénito de cada familia, de grandes fiebres y sangre contaminada que acabaron con el gran imperio romano, de pestes negras que exterminaron la mitad de la población de Europa, o de simples gripes que casi destruyen  al hombre del nuevo mundo.

En aquellos tiempos la peste viajó por mar, a través de barcos, en su mayoría de veces. Sus portadores solían ser comerciantes, guerreros, o conquistadores. Viajaba tan rápido como el mar se los permitía.  El mundo era aún muy grande, así que los viajes de la enfermedad fueron largos en el tiempo. 

Aquel viejo mundo no estaba conectado como el de hoy; así que la enfermedad no atacó a todo el mundo por igual, algunas ciudades no fueron atacadas de sobremanera, pero al fin y al cabo todos los hombres conocieron y sintieron aquel mal que no sabían explicar y  mucho menos curar.

Desde entonces, el hombre busco un culpable. Lo encontró en diversos lugares, orígenes y formas: el Asia, los judíos, la herejía, la brujería (que ahora la conocemos como ciencia), en Dios, en los animales, y en todo lo que pudiera servir para encontrar a quien culpar y maldecir sobre su suerte. 

A pesar de lo que creemos la palabra peste no significa otra cosa que enfermedad, deriva del latín “pestis” y puede también ser interpretada como epidemia. La peste es tan vieja como el hombre mismo. A aparecido y desaparecido junto con las civilizaciones, con el viejo y nuevo mundo.

A diferencia del pasado, el COVID-19 no solo  viajó por mar, sino por tierra y aire. Viajó a una velocidad espeluznante, aunque por suerte no tan rápido como la mayoría de las cosas en el mundo actual.  La tierra mantiene el mismo tamaño que hace siglos, pero en la práctica es cada vez más pequeño. El hombre viaja por el mundo a velocidades inimaginables y lo que daña a un hombre en un continente  puede tener consecuencias en un hombre al otro lado del mundo. 

Si el hombre y las cosas viajan rápidamente, el conocimiento lo hace exponencialmente mucho más rápido. Hoy la información viaja a una velocidad que jamás se podría haber imaginado. Viaja tan rápido, que cuando una noticia llega a todo el mundo en cuestión de minutos, se dice que se ha convertido en un viral. Por supuesto esta denominación viene en referencia a que se propaga tan rápido como un virus (en griego toxina o veneno); y, en este caso el vector de transmisión es la internet. En el caso del COVID, su mayor vector de transmisión son las personas.

El hombre ha sido desde siempre el origen y causa de las cosas en el mundo. Construyó y destruyó ciudades, formó y destruyo civilizaciones, aprobó y reprobó ideas, filosofías, creencias, religiones, y todo lo que pudo o puede controlar. Levantó muros, protegió a unos  y condenó al ostracismo a otros. Destruyó o minimizó todo aquello que desconocía o creía peligroso: la ciencia, la moral, la humanidad, la religión, etc. 

El hombre del 2020 no está lejos del hombre antiguo. Por redes sociales veo como se busca culpables: desde el presidente de la republica hasta el inmigrante. Por alguna razón una parte acéfala de la sociedad culpa de todo lo que pasa al hombre de la sierra. Como si el hecho de ser serrano fuera un pecado. 

Otros exigen que cierren las fronteras, que se levanten muros y que nadie entre. No importa si es una madre la que se quedó fuera y lo único que está haciendo es tratar de reunirse con sus hijos. No importa si el que se quedó fuera, no tiene para sobrevivir en un lugar que no es el suyo. No importa, ¡que se jodan, primero soy yo!  ¡Que encierren a los enfermos, que los maten dicen otros! muerto el perro acabada la rabia, exclaman. 

¡Esos somos los humanos, la gran peste! El mundo ha cambiado mucho desde las primeras civilizaciones, pero cuando la muerte toca nuestra puerta, muchos vuelven a ser irracionales, salvajes, sobrevivientes. Dicen que los momentos difíciles sacan lo mejor o peor de las personas, parece ser que hoy, algunas están dispuestas a que otros mueran con tal de salvarse. ¡Sera la historia quien nos juzgara! 

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