Por: Juan Carlos Cuya Velarde

Por: Juan Carlos Cuya Velarde
muchas historias entretejidas...olvidadas...perdidas

Tras el silencioso recorrido del capullina...se van tejiendo y contando historias en secreto pecado.

Por: Juan Carlos Cuya Velarde


lunes, 12 de julio de 2010

Independencia en el Perú

Independencia en el Perú

Hablar de  independencia en el Perú y sobre todo de independencia en estos tiempos, se ha vuelto algo confuso. Seguramente aun más, para quienes, quisieran conocer el trasfondo político y social de aquel gran acontecimiento libertario.
Con pesar, leo algunos artículos en esta red mundial de la internet y noto como muchos peruanos, sobre todo nuestros hermanos del ande, aun reclaman independencia. Noto en ellos un inconformismo con la tan aclamada fiesta patria y veo que no les falta razón.
 Los veo señalar que no se puede hablar de independencia, cuando ellos aun pasan hambre, frio y abandono político y social. En donde solo una frazada y tres cruzadas pretenden reemplazar el olvido del Perú a su gente.
En la costa oigo decir que no somos libres, porque aun, existen peruanos que les roban a otros peruanos, que aun hay autoridades que representan supuestamente al Perú, cuando realmente solo representan sus intereses personales.
Por la selva dicen que no tienen carreteras, que están desconectados del Perú y que hay más presencia de Brasil y Colombia en ellos, que de su propia patria. Escuchaba a un amigo decir que el Banco de la Nación tiene dos oficinas que quedan a 15 y 24 días de viaje en lancha desde la urbe más cercana y que estas solo tenían como necesidad acercar al estado a una población más brasileña que peruana. Y me preguntaba: ¿si eso será suficiente?
Quizás, todo aquello que leo y escucho, no esté lejano de la realidad y de nuestro pasado. Pasado al que hace 189 años se acerco don  José Francisco de San Martín (Yapeyú, Argentina, 25 de febrero de 1778 - Boulogne-sur-Mer, Francia, 17 de agosto de 1850) . Leía aquella historia que hemos aprendido desde niños. Del libertador llegado desde tierras lejanas a este país sediento de libertad. Y tras ello, entiendo que hubieron muchas cosas que no se nos enseñaron en aquellos claustros de formación. ¿Qué libertad sería la de este pueblo si la gobernara políticamente o si la dominara militarmente en su totalidad? Se preguntaba: el general.
Quizás por ello, no acepto nunca el título de presidente del Perú independiente. A pesar de ello, aun escucho responder a muchos: que nuestro primer presidente fue don José de San Martin. El no permitió aquel titulo y solo acepto el de “Protector del Perú”, para marcharse prontamente un 20 de setiembre de 1822.
Pienso quizás, que San Martin se marcho del Perú por ese mismo pensamiento que hoy rescato y reconozco en los reclamos de este siglo: Voy a hacer el último esfuerzo en beneficio de la América. Si éste no puede realizarse por la continuación de los desórdenes y anarquía, abandonaré el país, pues mi alma no tiene un temple suficiente para presenciar su ruina.
En efecto, San Martin le dio la independencia al pueblo peruano, pero inmediatamente este le fue quitado al pueblo y dado nuevamente, en contra de la voluntad del libertador: al noble, al criollo hacendado, al político, al oidor. Fue quizás aquella anarquía que desterró a San Martin, aquella anarquía  que aun reclaman  y desdeñan los peruanos.
El 15 de julio de 1821 don José de San Martin declara la independencia del Perú en la ciudad de los reyes. Efectivamente, fue el 15 de julio que se firmo el acta de nuestra independencia  y no el 28 de julio como lo celebramos.
El 28 de julio don José de San Martin proclamo la independencia del Perú. Fue en sábado 28 de julio que San Martin proclama aquella frase frente a cerca de 16 mil limeños: el Perú desde este momento es libre e independiente por la voluntad de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia! ¡Viva la patria!.
Don José de San Martin decide proclamar la independencia un sábado, con el fin de hacerla llegar al pueblo. Aunque sea por lo menos el limeño, pues creía necesario hacerlo de esa manera y no de otra. Dicho discurso se repitió aquel día hasta en tres oportunidades, en los que se repitió el mismo ceremonial: la plazuela de la Merced, el frontis del convento de las Descalzas y la Plaza de la Inquisición (hoy Plaza Bolívar o del Congreso). Después de hacer este circuito, que duró 3 horas, Lima se tiño de fiesta, a la que asistió toda la nobleza limeña y las más insignes damas. Fiestas y aconteceres que de seguro serán motivo de otro artículo, pero que hoy están dedicados a don José de San Martin.
Me quedo y dejo para con ustedes tres frases que creo justas y dignas del libertador: 1) No es en los hombres donde debe esperarse el término de nuestros males: el mal está en las instituciones y sólo en las instituciones. 2) Estoy firmemente convencido que los males que afligen a los nuevos Estados de América no dependen tanto de sus habitantes como de las constituciones que los rigen. Si los que se llaman legisladores en América hubieran tenido presente que a los pueblos no se les debe dar las mejores leyes, pero sí las mejores que sean apropiadas a su carácter, la situación de nuestro país sería diferente. 3) Si somos libres, todo nos sobra.
Don José de San Martin fallece lejos del Perú en Francia a los 72 años de edad. Dejando entre su última voluntad un testamento que refleja aquel hombre de pies a cabeza y es pues su cuarta la voluntad la que lo refleja más aun:
Cuarto: Prohíbo el que se me haga ningún género de funeral desde el lugar en que falleciere, se me conducirá directamente cementerio sin ningún acompañamiento, pero sí desearía, el que corazón fuese depositado en el de Buenos Aires.
Finalmente declara: Declaro no deber ni haber jamás debido nada a nadie. Y es cierto mi general: no debió ni debe nada a nadie. Sin embargo los peruanos le debemos  aun más que la libertad la lección de aprender que Divididos seremos esclavos, unidos estoy seguro que los batiremos: hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares, y concluyamos nuestra obra con honor.

Esa es la lección aprendida hoy, dejemos de lado nuestras banderas y colores, nuestros resentimientos, diferencias y distancias y abandonemos por fin el conformismo del pequeño y seamos gigantes constructores. Desde un solo monte, desde un solo horizonte, desde un solo ande. Desde nuestros hogares, desde nuestras vidas y principios. Dejemos que el mundo cambie con nosotros y no nosotros con el mundo.
Quienes únicamente se solazan con el pasado, ignoran que el Perú, el verdadero Perú es todavía un problema. Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad. Problema es, en efecto y por desgracia el Perú; pero también, felizmente, posibilidad.
Jorge Basadre Grohomann

3 comentarios:

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