Dicen que el mundo
es un mundo de historias entrelazadas, en donde al final todos los caminos
convergen sobre un mismo punto. En donde el fin acaba en el principio y el
principio comienza en el fin. En donde hay tantos caminantes como empedrados de
historias, está el mundo aún megalítico.
Cuales gitanos
trotamundos andamos sin destino. Llevamos en nuestras modestas y pequeñas alforjas historias
recogidas en los días de invierno, pues aquellas de verano quedaron escondidas
en el fondo del pequeño bolsillo que
nunca rebuscamos. Serán entonces estas frías historias que marcaron el alma, las que
en un capricho del destino nos permiten regresar al mundo de los vivos. Cual
espíritus flotantes que juegan en noches
de brujas.
El frío trae
consigo, en estos tiempos, el sabor
amargo del barro. Pero esta noche el frío
no llegó solo.
Esta noche sería
distinta. Aquella rutina perpetuada en el tiempo cómplice del ritual abandonado
cesaría este día.
“Esta noche te
tocará callar y sólo escucharás, mi querido amigo”. Le dijo aquella misteriosa
mujer, que encierra en sus ojos las historias de los andes perdidos en el
tiempo.
Dejó sus alforjas y
se sentó frente a ella, sin dejar de ver el color de sus cabellos que protegían
cual muralla lo tierno de su rostro. Repetía entonces, en silencio, los pazos
andados. El frío se detuvo en ese
instante y recostó su rostro sobre
su mano sin dejarla de ver tímidamente.
Aquella mágica y a la
vez extraña mujer comenzó entonces a contar la historia que tenía que narrar.
Aquella historia
comenzó como un susurro traído por los vientos fríos de los Apus de nuestra
cordillera central. Sé que mi historia
será más triste que la tuya y por ello he decidido contártela. Quizás con ella entenderás que el dolor no
es sólo tuyo sino que es del mundo.
Mi historia es como
seguro imaginas una historia de amor. Éramos pues felices realmente. Aquél era
para mí y yo para él. El trajín de
las discusiones no existía y si acaso se dieron no fueron
más que momentos perdidos en el tiempo. Aquellos días transcurrían en
un mundo imperfecto, pues todo aunque no lo crean era perfecto. Sin embargo
un día sin saber ¿por qué? o ¿qué? el mundo en el que vivía cambio
y aquel amor que existía fue diluyéndose entre mis manos,
mientras mi alma comenzaba a comprender lentamente el triste final.
Desde entonces comencé a
comprender que aquella historia de amor fue corrompiéndose
traicioneramente por el cruel destino. No comprendí entonces ¿por qué
después de tantos años un día el amor terminó escapando? Sin poder
siquiera atraparlo. “Me voy” me dijo, y simplemente un día partió.
Para el trovador
errante no fue necesario entonces que aquella historia continuara. No habían sido
sus palabras los que los convencieron sino el brillo opaco de sus ojos quienes
lo convencieron de lo dicho. Era en verdad aquella historia más triste que
cualquier historia que habría escuchado. Comprendió el dolor
de aquella mujer y se preguntó mil veces ¿cómo hizo? se preguntaba ¿cómo pudo
sobrevivir? ¿Cómo logro no volverse una mujer errante? ¿Cómo su alma no vagó
por el infinito de la soledad? ¿Cómo puede seguir en pie? Fue difícil realmente
me dijo, sin embargo siempre comprendí que el mundo era feliz.
Aquella historia lo
sobrepuso en la tierra. Volvió sus pasos al camino del retorno
y comprendió que a pesar de todo se puede seguir de pie, a pesar de
ya no contar con ellos... Aquella historia conmovió al hombre y lo
obligó a retomar el camino de partida. La bella mujer le dijo entonces al
trovador: no vale la pena que sigas dejando el dolor de tu alma en el mundo,
basta sólo con que entiendas que el tiempo se acaba. Que es hora de vivir y
seguir. Tras ello sus ojos brillaron realmente y aquél terminó
perdiéndose en su mirada.
Nota: Las imágenes fueron extraídas de Internet. Los derechos pertenecen a sus autores.
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