Por: Juan Carlos Cuya Velarde

Por: Juan Carlos Cuya Velarde
muchas historias entretejidas...olvidadas...perdidas

Tras el silencioso recorrido del capullina...se van tejiendo y contando historias en secreto pecado.

Por: Juan Carlos Cuya Velarde


miércoles, 27 de abril de 2011

A mi gran Amigo: Jorge Eduardo Oporto Ayca. "Jorgito"


“Cantare y alabare a Dios, recordando que ahora estarás, por siempre entre sus cantos”


De seguro, la despedida a un amigo es un momento realmente duro para el alma. De un momento a otro, el tiempo arranca la sonrisa de tu rostro y el mundo queda en completo vació. Y aquello es aún mayor cuando ha partido un amigo como tu:  Jorge Eduardo Oporto Ayca.

Seguramente quedara por siempre  en mi memoria aquel 23 de abril, pues la mañana empezó con la noticia más triste que nunca quise oír. Me dijeron, entre lágrimas, que  habías partido. Seguramente, tras la recompensa de la gloria de Dios amigo mío.

Escuche y me resiste a  creer de tu  partida. Sombras entristecieron mi alma y  me confortaba pensando que seguramente, como dicen, ahora estarás tocando en el cielo alabanzas a Dios. Aunque los que aún quedamos, te extrañaremos por siempre.

Te recuerdo querido amigo, con aquella sonrisa que a pesar de los golpes de la vida, supiste siempre regalarnos.

 Larguirucho como ninguno, envuelto  siempre en tu jean celeste, que con una camisa a cuadros y un polo casual (de bajo) conformaban tu look habitual y como olvidar aquella  cruz de madera, que por siempre vi colgar de tu pecho, como si estuviera unida a ti.

Por supuesto amigo mío, te recuerdo llevando por donde fueras, a tu inseparable compañera: tu guitarra. Resguardada en su forro negro, de donde te veía sacar siempre tus cuadernos, repletos de canciones y notas. Infaltable, alguna cuerda de reemplazo, para suplantar aquellas que por tantos rasgueos se terminaban por vencer ante tus cantos.

Te veía caminar de un lado a otro, dispuesto siempre ha acompañar cuanto misa en templo o zona hubiera. Acostumbrado a llevar serenatas, amenizar reuniones, jornada  de jóvenes o  quizás llevando consuelo a quienes  que con profundo dolor,  sufrían  la partida de un ser querido. Recuerdo verte siempre apurado por todo aquello y me decías: Me voy, tengo que ir a tocar, a misa. Seguramente, aquellas misas, no serán las mismas de siempre. Pero tu voz aún resonara entre las paredes que guardaran por siempre  tu canto.

Si no estabas caminando de un lado a otro, te recuerdo sentado en los alrededores de tu querida iglesia, San Martin de Porres. Una pierna estirada y la otra dando soporte a tu guitarra, estabas seguramente afinando sus cuerdas. Siempre dispuesto a regalar una canción a tus amigos o enseñando a los jóvenes a tocar y cantar. Forjador del coro, que fue y será siempre tu mayor preocupación y algunas veces tu mayor dolor de cabeza. No cantan nada decías (…) pero siempre tuviste una palabra de aliento para ellos y seguramente aveces ahorcaste a alguno. Y es que esa fue siempre la muestra de que aquel, había ganado en ti, a un amigo.

Compartimos grandes conversaciones y en cada una de ellas no pude nunca arrancar una mala intención en tus palabras o tan siquiera un pensamiento equivocado. Reíamos juntos y pese  a que trataba de encontrarte algún error, nunca lo logre. Solía, casi siempre, terminar aquel aventurado objetivo, ahorcado por tus largas manos y me robabas con ello una sonrisa. Pues, una vez más,  había logrado amigo mío: Hacerte desesperar. Terminado aquello, reíamos y comenzábamos de nuevo aquel ritual. Te acompañe también a muchas misas, tan solo por disfrutar el tocar el bombo a tu lado y compartimos tardes de confirmación, con los jovenes en quienes tanto creías.

Aquella noche de tu despedida, me consolé sabiendo: Que toda tu iglesia iba llegando de a pocos ante ti, dispuesta a  brindarte la despedida que tanto te merecías. Y como no lo dude nunca: te llenaron de flores, cantos y alabanzas, que no cesaron durante aquella inconsolable despedida.

Vi orar frente a ti, a niños, jóvenes y adultos. Generaciones de parroquianos regresaron  nuevamente a la casa de Dios, tan solo por elevar una oración hacia tu alma amigo mío.  Aún me parecía escuchar tu voz entre los cantos que acompañaban tus exequias.

Cerca de las doce de la noche, acabada una de las tantas homilías que tus amigos  no te dejaron de entregar, entramos en grupo hacia donde aún descansabas. Y al son de una guitarra y al golpe de un tambor comenzamos las alabanzas, que con tanto amor, nos solías regalar.  Quizás, muchos sentimos nuevamente palpitar el corazón con aquello y nuestras manos sudar. Pues aquellas canciones habían terminado en el recuerdo de viejos buenos tiempos. Y es que  volverieron a nuestras vidas, trayendo consigo: los grandes momentos vividos, al lado de un amigo.   

De seguramente, así te hubiera gustado que fuera aquella despedida. Escuche decir: (…) que entre tantas cosas que nos encomendaste (…) le dijiste a alguien que si un día partieras, no lloráramos. Que tan solo, querías vernos cantar y bailar.

Déjame decirte amigo mío, que no pudimos contener las lágrimas que ahogaban nuestras gargantas. Pero si te regalamos aquellas canciones que tanto te gustaban. Cantamos y bailamos cuanto pudimos, con la sola esperanza que aquella música te acompañe  hacia el camino que te toco emprender.
 
Seguía siempre por costumbre tu facebook y nunca deje de regocijarme de alegría y sobre todo de orgullo, al saber que a pesar de todo y de las necesidades de la vida, continuabas en aquella iglesia en donde te encontré por primera vez. Veía como aquellos que te acompañamos en algún momento, ya habíamos desaparecido de aquella misión que tenias en Cristo. Pero te encargaste de encontrar nuevos soldados de Dios y continuabas trabajando incansablemente por aquellos que más alegría necesitaban.

Fue así que hace muchos años atrás, cuando grupos como: Cristo revelado, JUC o seguimiento habían desaparecido, tú continuaste con la larga y difícil tarea de mantener tu grupo.

Aquel, que tantas satisfacciones y desprendimientos  te demandaron. Fundaste y sostuviste por siempre “FE y LUZ”. Un grupo de jóvenes que tiene como bondadosa tarea: la de llevar alegría y esperanza a niños especiales. Estoy seguro que aquellas nobles almas han sentido dentro de su bondad, la más pura tristeza, por tu entrañable partida.

Recordare por siempre tu extraordinaria sencillez y es que si bien dicen, que nadie es irremplazable, estoy seguro amigo mío, que tu si lo eras. 

Aquel, domingo de resurrección, partiste como un grande. El propio obispo de tu diócesis vino a darte la despedida, acompañado de sus sacerdotes (amigos tuyos) y una multitud  vino a darte, entre lágrimas, la despedida. Centenares de pasos seguían, quizás, tu último paseo por tus calles de Tacna. .

Te acompañamos entre cantos y alabanzas, a tu última morada. Mientras las lagrimas trataban de mitigar el dolor que oprimía nuestros corazones. Rostros desconsolados, ojos llorosos, lamentos profundos, guitarra de flores, pancartas con tu rostro  y vestiduras negras inundaron la calle San Camilo y a tu paso todos aquellos, que te vieron pasar cargado entre hombros, comprendían que en ese día,  había partido un grande.

Llegado el momento, aquellos cientos se convirtieron en el pueblo de Dios. Dándote así, la ultima despedida.  Y al llegar, se escucho a lo lejos aquella canción: Tú eres mí hermano del alma, realmente mi amigo. Que en todo camino y jornada esta siempre conmigo (…) aunque eres un hombre, aún tienes el alma de niño (…) en ciertos momentos difíciles que hay en la vida (…) buscamos a quien nos ayude a encontrar la salida y aquellas palabras de fuerza que siempre me has dado, me da la certeza de que siempre estarás  a mi lado. Vives y vivirás por siempre en nuestros corazones (…) no preciso de decir todo eso que te digo (…) pero es bueno así decir que serás siempre mi gran Amigo Jorge Oporto.

Me quedo finalmente con tres cosas amigo mío: primero que lograste una vez más tu objetivo, reunir a todos tus amigos, como siempre lo quisiste. Aunque para ello, hayamos sufrido tu partida. Segundo, que partiste de la mejor manera, sin sufrir, porque no lo merecías y seguramente como querías, sin dar ningún problema a los que tanto te amaron. Y Finalmente, como dijeron aquel día de tu despedida: gustosos hubiéramos dado nuestra vida, para que continuaras en este mundo.






Tu eres realmente el más cierto de horas inciertas, "Jorgito”



viernes, 22 de abril de 2011

Historia del Señor de Locumba. A mi Cristo del Palmar


“Fue dios quien me eligió, por tanto danzare delante de Él”
(autor desconocido)

A mi Cristo del palmar bailare, ante el me arrodillare y con danzas y cantos lo alabare. A mi Cristo piadoso pediré por la paz de  mi alma. Es septiembre y en este mes mi Cristo. Locumba está de fiesta.
Los bailes están listos para hacer su primer saludo y los bombos aguardan el primer platillazo que dará inicio a la fiesta del señor.
Es 14 de septiembre y  el pueblo cristiano está de fiesta. Locumba dejara por un momento  su  apacible silencio  y hará del valle de  locumba una verdadera luz de fervor. 


Desde remotos lugares o desde urbes cercanas  (a no menos de 24 horas de camino a pie). Los peregrinos  van llegando y llevan con él  sus cansados pazos y encierran entre sus ojos lagrimas de amor. Solo aquellas ansias por llegar, hacia el lugar en donde habita nuestro Cristo del palmar, hace que sus suspiros aguanten un poco más. Hasta que por fin, logren su cometido,  la llegada al santuario de su padre.


Mientras los veo llegar, desde lo alto del valle. Voy recordando aquella vieja historia. Aquella que alguna vez mis padres me contaron, cuando  por primera vez, conocí el milagro de llegar a los pies de mi señor.
Cuenta la vieja historia, aún rodeada de mitos y costumbres. Que, mi Cristo de Locumba, llego al antiguo  labriego de locumba,  montado sobre dos mulas. Que llevaban consigo cargadas,  dos  extrañas cajas. Las cuales decían: era una para  locumba y otra para el valle de Sama (ubicado kilómetros más abajo- camino al valle de Tacna)
Se dice que nadie sabe cómo  ni de donde llegaron  aquellas bestias hasta el pueblo. Al ver los pobladores, aquella extraña carga, buscaron con insistencia al arriero que traía aquella misteriosa encomienda.
Luego de mucho buscar, sin éxito alguno. Por fin, uno de los curiosos se animo a abrir las cajas y descubrir tan intrigante misterio. Y así, una vez abiertas las cajas, encontraron dentro de  ellas; a dos bellos Cristos del calvario.
Estos, como lo habíamos señalado, eran según decía la descripción: uno para Locumba y otro para Sama. El de Sama era particularmente más  grande que aquel que correspondía al pueblo de Locumba.
Revelado aquel misterio para el pueblo. Recorrió entre el bullicio de la gente. La idea de quedarse con el Cristo más grande y enviar en camino el Cristo más pequeño a su equivocado destino (antes ya marcado). 
Fue así que volvieron a cargar la caja sobre uno de los jumentos y  lo obligaron  a seguir su camino hacia el valle de sama. Cuentan, que aquellas mulas, se habían posado sobre la sombra de una palma y  que de aquel lugar no querían moverse. Pese a los fuertes arreos dados por los pobladores.
Se dice entonces: Que otro arriero, en camino por el pueblo, se ofreció a llevar dicha carga hacia su destino. Ofreciendo una de sus mulas para tal encomienda. Así partió este con la carga hacia Sama. Sin embargo, luego de recorrer algunos metros. Se cuenta  que aquella bestia se planto en el camino y dejo su andar y con ello el viaje del pequeño Cristo, que llevaba sobre su fuerte lomo.
Visto aquel misterioso designio divino. Comprendieron los antiguos  pobladores. Que, aquel Cristo pequeño, pertenecía verdaderamente al pueblo de Locumba. Cargaron entonces sobre el animal el Cristo de sama  y aquella bestia antes inerte: comenzó nuevamente su pausado andar, hacia su destino final. 
Mientras tanto, las primeras mulas, que trajeron consigo aquel extraño y divino designio.  Se encontraban descansando  a la sombra de un árbol de palma. Sin intenciones de partir ni reanudar su camino.
Fue así, como se dice: Que, mi Cristo de locumba, se convirtió en el “Cristo del palmar”. A partir de ello, muchos milagros se concederían, bajo su gracia y divinidad.

Fueron y son en verdad muchos los  milagros que se le conceden al Cristo de Locumba. Entre ellos y el más significativo: Fue aquel que permitió la salvación del pueblo entero del valle de locumba.
Eran entonces, los tiempos en que el Perú, vivía su más cruenta historia. La guerra había llegado al apacible valle de locumba y con ella la calma y tranquilidad habían cesado. Se dice: Que, durante la guerra del pacifico, una avanzada chilena llego a Locumba. Con el único propósito de ver aquello que flagelarían y robarían.  Pero, antes que ello ocurra, los montoneros del bravo Crnl.  Gregorio Albarracín Lanchipa; dieron cuenta de los invasores. Acabando con cada uno de ellos y devolviendo la paz momentánea al pueblo.

Pues ante aquella afrenta,  el ejército chileno, decidió ingresar a locumba a destruir todo sobre su paso. Llegada la noticia y sabiendo que ahora nada podría hacerse. El pueblo entero decidió  escapar del lugar. Dejando todo cuanto tenían. Sin embargo, aquellos pobladores, protegieron lo único que los mantendría vivos. Fue así que buscaron proteger a su Cristo.  Y decidieron esconderlo. Dada la imposibilidad de llevarlo consigo. Lograron entonces esconderlo  entre unas barracas vacías de vino. Licor que se producía desde hace mucho en el valle. Y que mantiene aún (aunque ya casi extinto) prestigio por su exquisitez.  Gracias a lo cálido de su clima y sus buenos frutos.  
Terminada la misión, partieron en fuga hacia los cerros y comprendieron que pronto llegaría la entrada del temible invasor. Llego entonces el ejército al pueblo y encontró solo vacio y silencio. Destruyeron y redujeron a ceniza toda frente a su paso.
Sin embargo, aquello no fue suficiente, para el invasor y ahora vengativo ejercito.  Entonces decidieron ir en busca de la gente y hacer corran la misma suerte del pueblo ahora reducido a pedazos.
Mientras tanto, en una quebrada alejada del pueblo. Se encontraba la gente de aquel desolado dolor. Solo mujeres, niños y ancianos se encontraban entre ellos. Los jóvenes y hombres se encontraban formando el ejército que  en defensa de la patria se formo en Tacna. Fue así que conocedores de  que llegaría su fin, se decidieron a defender sus vidas, con palos y piedras de ser necesario.
 Aquel ejército, sediento de venganza. Se encontraba, a poca distancia del  escondite, que sostenía el silencioso suspiro de los que creían había llegado su hora. El pueblo, imploraba entonces a Dios, su salvación.
En eso, se apareció un viejecillo, en el camino del ejército chileno. Y se cuenta, que aquel detuvo su paso y sobre la marcha se le consulto sobre el paradero del pueblo. A lo que el viejecillo, muy tranquilo contesto: Que los vio irse en aquella dirección. Señalando, el lado contrario, al lugar donde se hallaban los Locumbeños; Orando a Dios.
 Fue extraño, pero aquellos enfurecidos soldados, creyeron en la palabra del bendito viejo. Y dirigieron su paso hacia el camino equivocado, perdiéndose entre aquellas pampas vacías.
Fue así, como aquellos salvados de la muerte, vieron una vez más los milagros de aquella imagen. Llegada en el lomo de un simple y ahora importante jumento.  Y una vez más, entendieron los designios de Dios y el de su decisión de posarse frente aquel palmar y hacer de aquel  pequeño pueblo, su hogar.
Regresaron entonces a sus casas y encontraron a su pueblo sumido en las cenizas y escombros. Sin embargo, comprendieron, que era posible volver a empezar. Empezaron, entonces por buscar, a su Cristo milagroso. Aquella búsqueda, fue difícil, pues las cenizas estaban por todos lados y los escombros hacían irreconocible el lugar antes escogido; como escondite para el Cristo de Locumba.  Pero, por fin, lograron hallar el lugar y un nuevo milagro los haría regocijar. Aquella imagen se encontraba debajo de las cenizas y escombros. Maravillosamente intacta.
La fiesta está por empezar y esta historia aún tiene mucho por contar. Pero ha llegado la hora de iniciar  y antes de ver llegar a los  que en promesa divina se irán presentando. Los canarios hijos de nuestra señora de Fátima, empiezan a bailar: con fe y amor para el Cristo del Palmar.
Ellos han llegado antes de que empiece la fiesta. Y están listos para llenar de bailes el santuario del hijo de  Dios. A lo lejos ya se escuchan sus cantos y los bronces y tambores acompañan a quien con fe y amor bailan  para Dios.
La fiesta está por empezar y de seguro los bailes no cesaran su canto y danza para Dios. Mientras tanto los peregrinos seguirán llegando y el pueblo de mi Cristo de locumba se llenara de fiesta y fervor.
Es hora de concluir esta historia y como dice la canción del viajero: “hoy, voy llegando, hacia la tierra, donde mi padre nació. Hoy Cristo hermoso, padre del cielo, hijo de mi salvador. En el santuario vamos cantando a Cristo con devoción. Todos tus hijos unen las voces, en un gran coro de amor. (Pedazo de un bello canto para Dios)

P.D. LAS IMÁGENES FUERON EXTRAÍDAS DE INTERNET. LOS DERECHOS PERTENECEN A SUS AUTORES.

domingo, 17 de abril de 2011

Deja la vida Volar (...)



Deja la vida volar


Hoy, fui un día extraño para mí (…) me pareció que el amor estaba  ahí y en cada rostro me parecía verte de nuevo. Sentía que estabas entre la gente, escondida, mirándome. Y yo hacia todo lo posible por encontrarte. Te busque por todos lados, pues mi corazón me decía que estabas hoy más que nunca a mi lado.

De seguro, serán los fantasmas del recuerdo. Quienes hoy se reunieron para decirme una vez más: tonto amigo (…) pensaste que habíamos partido, pero ya vez (…) seguimos aquí. Aún es posible que vuelvas a volar (…) aunque se te haya escapado el amor, alguna vez. Me dicen una y otra vez: Que es hora de volver a amar y entiendo que no existe ninguna excusa para aquello. Me dicen que debo de intentar. Que, es posible encontrar el amor si dedicamos un poco de paciencia y hacemos que la costumbre tome el lugar que le corresponde. 

Me piden que corte mis alas y deje de soñar con aquella historia del vuelo de Dédalo. Que termino con la triste muerte de  Icaro.  Pero estoy seguro que no volare muy alto como para que el sol derrita mis alas ni muy bajo como para que las tempestades me hieran.

Es por ello que no quiero intentar por intentar. Que no forzare a mi corazón, ni escogeré por  lo que él, antes no escogió. No quiero aprender a conocer sus virtudes y a soportar sus defectos. Porque, sea el mejor remedio para olvidar. No quiero acostarme temprano y partir por la mañana con la única sensación de que hoy será un día más. Y que como todo, en la segura y estable vida del que se acostumbra, tendrá sus cosas buenas y malas.
No quiero sobrevivir (…) ¡quiero vivir! No quiero caminar (…) ¡sino volar! No quiero acostumbrarme (…) quiero romper rutinas. Quiero acostarme viéndola a los ojos, tomarla en mis brazos y decirle: Que solo espero que sea de mañana para saber que aún sigue a mi lado.

Regocija mi mente, aquella trova llamada: “sobreviviendo”. (…) Que hace tiempo no reía y eso que antes reía como un jilguero (…) y hoy que puedo reírme, apenas si puedo(…) Aquello debe ser, seguramente, la sensación que provoca la sin razón de la sin esperanza, de volver a encontrar el amor.

No quiero, intentarlo por intentarlo. No quiero, acostumbrarme a los besos de quien no es la mitad de mi vida; que tanto falta.  No quiero pasar mis días al lado de la rutina, ni quiero decir te amo entre dientes o a viva voz; con el profundo silencio del corazón.

No pueden obligarme a amar o a intentarlo. Solo pueden pedirme que persevere. Que siga luchando contra esta soledad. Que guarde lo mejor de mí para aquel momento. Quiero que me digan que pronto llegara el momento. Que tenga paciencia. No quiero que no me crean loco por buscar lo que ellos creen, no existe. ¡Yo! ¡ solo quiero volar!

Veo sombras a cada instante, es cierto. Pero aquellas  sombras son las que me hacen pensar que no debo rendirme. Son aquellas las que me dicen: que el amor de mi vida está en algún lugar del mundo, esperando por mí seguramente; aunque quizás no sepa que yo también espero por ella. Cosas de la vida, quizás ella está esperando y yo también.  Entonces deberá llegar el momento en que me ponga de pie y le haga saber que ha llegado la hora de partir a volar.

Y otra vez la gran Mercedes Sosa regocija mi alma y me dice: (...) que si no creyera en la locura de la garganta del sinsonte (…) sino creyera que en el monte se esconde el trino y la pavura (…) sino creyera en la balanza, en la razón del equilibrio (…) sino creyera en el delirio, sino creyera en la esperanza (…) sino creyera en lo que agencio, sino creyera en el sonido, sino creyera en mi silencio (…) que cosa fuera la maza sin cantera (…)

Así que seguramente con lo dicho en aquella bella trova, no habrá necesidad de explicar mucho lo que busco y lo que espero. Tan solo quiero volar por el mundo, tomado de la mano del amor y hacerle conocer a los dioses que acaba de nacer otra vez aquel ser que sin ser inmortal es capaz de vencer hasta la misma muerte.

“Porque aquel que dejo de soñar con volar, es porque quizás solo replegó sus alas.





P.D. LAS IMÁGENES FUERON EXTRAÍDAS DE INTERNET. LOS DERECHOS, PERTENECEN A SUS AUTORES.