Por: Juan Carlos Cuya Velarde

Por: Juan Carlos Cuya Velarde
muchas historias entretejidas...olvidadas...perdidas

Tras el silencioso recorrido del capullina...se van tejiendo y contando historias en secreto pecado.

Por: Juan Carlos Cuya Velarde


miércoles, 6 de octubre de 2021

NOSOTROS LOS ABOGADOS



Cinco fiscales obtienen meter preso a un policía por disparar y matar a un delincuente. El país entero se conmociona, sobre todo luego de saber que en segunda instancia han confirmado la prisión preventiva del efectivo policial.

No habíamos terminado de entender tal aberración legal, cuando una nueva noticia da cuenta de que un humilde albañil se
encuentra preso por matar a uno de los hombres que lo asalto; para colmo, el delincuente que sobrevivió se encuentra libre. Tales noticias han puesto a la ciudadanía en contra del Poder Judicial y los Fiscales del País; pero, sobre todo, en contra de la Justicia peruana.

Rabia, impotencia, cólera y todo cuanto se pueda imaginar nos invade cuando vemos que en el Perú los inocentes van a la cárcel y los culpables son protegidos por las leyes. Para esto, basta con prender el televisor.

Respecto de los dos casos mencionados preferiré no pronunciarme más, dado que no pretendo juzgar algo que no conozco a fondo. Aunque todo parece ser que algo anda mal. Sin embargo, si me referiré sobre un problema mayor: “Los operadores del derecho”.

Antes de continuar, considero necesario precisar dos puntos: La Justicia y la necesidad de nuevas leyes. La Justicia es un principio, un conjunto de valores, o mejor aún, una virtud que nos permite distinguir lo bueno de lo malo. Por tanto, la Justicia no es la que está mal sino los hombres que la detentan y juzgan. Por otro lado, las leyes no son perfectas, son perfectibles. Por lo que pretender cambiarlas una y otra vez, como es costumbre en este país es un proceso que siempre se mantendrá inacabado. Es preferible aprender a interpretar las normas. Después de todo, como dice don Fernando de Trazegnies, el Derecho se crea todos los días a través de la interpretación. Sobre esto, no me pronunciare más, dado de lo que me interesa hablar es sobre nosotros los abogados. Ya sea en su rol de jueces, fiscales o defensores.

Siempre he creído que existen dos tipos de abogados: Los que creen que los hombres están al servicio de la ley y los que creen que la ley están al servicio del hombre.

Los primeros abundan en este país y los conocemos como “legalistas”. Los segundos, penosamente, son los menos y luchan por principios superiores como la dignidad y son los llamados “Principistas”. Gran parte de
esta distinción es responsabilidad de las universidades.

El filósofo del Derecho Manuel Atienza refiere que, si algo caracteriza a las facultades de Derecho es que son acríticas (sin capacidad de crítica) y dogmáticas (de verdades irrefutables). Sobre lo dicho, aún recuerdo a un docente universitario que hervía de rabia cuando un alumno lo contradecía, para este el derecho era como él lo veía y no como lo lograran ver los demás. De este tipo de docentes, están llenas las universidades, como de piedras el infierno. En las aulas universitarias aún se encuentra prohibido pensar,
opinar o creer que las cosas pueden ser diferentes.

Para los “Legalistas” la “ley es la ley”. Engullen códigos, crean barreras legales, construyen dogmas y ven al Derecho como un conjunto de normas autoritarias que gobiernan a los hombres.

Los “principistas”, alejados del sistema tradicional, son vistos -muchas veces- como unos parias. No devoran leyes, sino que se dedican a construirlas, a interpretarlas, a criticarlas. Para ellos, las leyes son parte de algo más grande llamado Derecho. El mismo que definió el maestro Carlos Santiago Nino, al reconocerlo como “La ciencia normativa que da soluciones de problemas prácticos, basado en consideraciones axiológicas; y que será válido, siempre que se encuentre basado en mandatos morales mínimos”.

En otras palabras, ven a la ley como un medio y no como un fin. Otro génesis de la existencia de estos 2 de tipos de abogados se encuentra en la forma en que ven la profesión. Los primeros, como ya lo hemos dicho, devoran solo códigos, leyes y procedimientos. Los segundos, ven al mundo como un todo, en el que coexiste la filosofía, literatura, psicología,
historia, sociología, arte, televisión, cine, series, etc. De forma que
comprenden, a diferencia de los primeros, que el abogado debe ser un hombre
virtuoso, culto, compasivo, humano y colmado de todos los valores que sea
posible. Después de todo la “Justicia” es una virtud y para aplicarla –cabalmente- demanda ser un hombre virtuoso.

El espacio es cruel con el que opina, así que solo me queda concluir señalando que un abogado debe procurar todos los días leer y aprender sobre cultura general, luego de ello deberá  leer las normas y procedimientos legales. Dado que, sin el paso previo, no sabrá utilizar las leyes creadas por el hombre para el hombre. ¡No hacen falta mejores leyes, hacen falta mejores abogados!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para facilidad de tu comentario sino cuentas con una cuenta gmail selecciona la opción anónimo y agrega tu nombre al final.gracias